No hacía demasiado tiempo que la banda de Edmonton (Kentucky), que toma su nombre de los cigarrillos Blackstone sabor cereza, se acercaba por tierras vascas. La anterior ocasión sería, hace algo más de un año, en Bilbao junto a Monster Truck en la que descargarían su recién horneado 'Family Tree', que ya se ha convertido en un álbum indispensable para todos sus adeptos. Esta vez aprovecharían un día libre, en el tour como teloneros de Alice Cooper, para hacerse con el escenario de Villava.

 

 

Algo más de tiempo transcurriría para el que escribe estas líneas desde la última vez en pisar la Sala Totem de Atarrabia, que todavía sigue fuerte y ofertando no solo conciertos de nivel sino también una amplia gama culinaria en su nueva cervecería de la primera planta, que hace las veces de atrio de reunión pre-velada.

 

 

A las 20:30 abrirían las puertas de la sala, momento que aprovecharíamos para degustar la cerveza de rigor y llenar un poco el estómago para que a eso de las 21:30 Black Stone Cherry darían comienzo a su recital prendiendo la mecha con “Burnin’”, de su último disco; sumergiéndonos de lleno en su propuesta de rock sureño con “Me and Mary Jane”, de Black Mountain, y haciéndose con el público de una primera atacada de tres puñetazos seguidos con “Blind Man” de su añejo 'Folklore & Superstition'.

 

 

Para los que se acercaron a la sala y no sabían a que venían ya tendrían claro, desde ese momento, que les deparaba una noche de rock sureño, toques de grunge e incluso stoner y metal. Algunos de los asistentes que pudimos reconocer eran músicos de la escena navarra como los componentes de Koma, Tracción, Bourbon Kings, Taken o Damned Ritual. Así que estaba claro que este no sería un concierto más.

 

 

El ritmo se tornaría más denso con “Can’t You See” y más suave con “In My Blood” pero volvería a subir la energía con “James Brown” y “Like I Roll”, para volver a pisar el freno con los medios tiempos de “My Last Breath” y la atmósfera gospel que le rodea, ganando cuerpo en directo con las bases rítmicas y la fuerza del órgano.

 

 

Tras la seriedad del tema anterior retomarían haciendo saltar y cantar al respetable con “Cheaper To Drink Alone” y “Ain’t Nobody” en la que el slide de Chris Robertson y los solos a dos voces junto a Ben Wells ganarían protagonismo. Seguidamente “Soul Creek” levantaría aún más los ánimos del gentío convirtiendo la sala en una verdadera fiesta en la que el solo de batería del gran John Fred Young se convertiría en la guinda del pastel. Toda una lección de cómo tocar los tambores sin perder un ápice de personalidad y sin hacer decaer el ambiente en un momento que serviría para regalar una pausa al resto de la banda.

 

 

Con armónica en mano, y sin parar de tocar la batería, John daría la entrada al resto del grupo para interpretar su versión pesada del “Hoochie Coochie Man” de Willie Dixon y, sin vacilar un momento, pegar un cañonazo con “Blame it on the Boom Boom”.

 

 

El talk box de Ben Wells nos adentraría en “White Trash Millionaire”. Todo apuntaba a que nos esperaba un fin de fiesta con temas potentes y “Lonely Train”, de su disco homónimo, no podría faltar. Ben aderezaría este tema con sus saltos y patadas a lo largo y ancho del escenario, como había hecho durante todo el concierto, intercambiando micrófono con Jon Lawhon que conectó con el público, al igual que el resto de la banda, ofreciendo su colchón de graves y una precisión de reloj.

 

 

Abandonarían el escenario y tras los “beste bat” Chris interpretaría “Family Tree” junto a Ben, demostrando, una vez más, sus habilidades vocales. El resto del grupo se uniría a éstos y subrayarían que en su último trabajo han puesto todo su empeño, para que sea un disco más que redondo y de los más importantes en su carrera que comenzó a principios de siglo en el local del padre del batería, integrante de los Kentucky Headhunters.

 

 

El recital concluiría pasadas las 23:00 y, en definitiva, a juzgar por los cánticos del público, las largas ovaciones, las camisetas vendidas y los litros de alcohol derramados, no podíamos negar que los asistentes disfrutaron de lo lindo con un grupo que no solo sabe tocar bien, sino que comprende cómo ganarse al público. Algo que fue posible, también, gracias a un sonido más que aceptable y una Sala Totem con un ambiente del que queremos volver a ser testigos en más de una ocasión.