4 de junio de 2021, Auditorio Baluarte (Pamplona/Iruñea).
La fecha de su actuación del 23 de abril fue aplazada debido a la constante incertidumbre de estos tiempos que corren y, por fin, llegó el 4 de junio para que los sevillanos Derby Motoreta’s Burrito Kachimba (en lo sucesivo, “DMBK”, porque manda narices con el nombrecito…) descargaran en el auditorio Baluarte de Iruñea/Pamplona.
Serían los únicos en actuar en la sala principal del recinto navarro, sin haber vendido todas las localidades, pero con una considerable asistencia de público teniendo en cuenta que el precio de las entradas no era asequible para todo tipo de espectadores, pero sí comprensible cuando se actúa en locales de la talla de Baluarte con unas comodidades, calidad y seguridad a la altura.
A eso de las 20:00 la intro de su disco homónimo dio paso a The New Gizz a golpe de gong y, frente a un contraluz constante, darían muestra de su último trabajo, “Hilo Negro” con Porselana Teeth y Caño Cojo que como en su anterior trabajo dan vida a la psicodelia de los 70 con sonidos del siglo XXI y la contundencia del doom o el stoner más desolador, como por ejemplo en El Valle, que sonó justo antes de que “Dandy Piranha” (vocalista) agradeciera, sin apenas salir de las penumbras, la asistencia a la velada.
El público se resignaría a permanecer lo más pegado posible a sus asientos mientras sonaban RGTQ y La Cueva, en la que las voces procesadas eran acompañadas con electroacústicas en un halo constante de misterio que recordaba a los Pink Floyd más ambientales, que solo se desvanecía cuando “Dandy” gritaba el nombre de la banda mientras simulaba arrancar la pseudo-motoreta que sostenía su micrófono.
La penumbra roja se haría más tenue, si cabe, cuando toda la agrupación, a modo de alabanza hacia sus pedales de efectos, se arrodillara para recrear la intro de La Gitana. El ritmo del recital seguiría en un perseverante increscendo, incluso en su parte más doom tan cercana a Cathedral, en la que los headbangings sedentarios del respetable no faltarían. Entonces pasaríamos a realizar un viaje al medievo andalusí, entre los sonidos de sitar que “Bacca” recreaba con sus seis cuerdas y los tamtanes que “Machete Carrasco” tocaría dando un respiro a su teclado para dar vida a Turbocamello.
Y, por fin, retomarían una canción de su primer disco, Grecas, con “Gringo” concentrado en su guitarra y “Bacca” y “Dandy” sin parar de animar al gentío que hacíamos todo lo posible para seguir en nuestros asientos y, si alguien se levantaba, ahí estaba el personal de Baluarte para recordarnos que debíamos permanecer sentados a pesar de la emoción.
Llegaría un punto de inflexión cuando “Gringo” emuló un sonido acústico muy fuzz, dejando descansar su Gibson y haciendo uso de una Fender y un Vox que, a diferencia de su retrógrado tocayo, tenía mucho que decir amplificando los acordes de Somnium Lgni, junto a “Dandy” en forma de dueto flamenco acomodados en unas sillas para la ocasión. Un momento perfecto del show para relajar el energético comienzo con este tema tan conmovedor que empalmarían, con su segunda parte, a través de una retroalimentación tras la que el resto de banda reaparecería al completo con “Papi Pachuli” luciéndose en los tambores y “Soni” sobresaturando su bajo con un riff super Groove, en la que los whammies y los delays se apoderarían del recinto.
Sin dar marcha atrás, todo sería un ascenso constante en el ambiente, de la mano de Aliento de Dragón, con “Bacca” animando al público a dar palmas y peleando con “Dandy” por el protagonismo en el escenario, hasta llegar a enrollarse con los cables de micro y guitarra. Pero ahí está la profesionalidad de los técnicos para que, en un visto y no visto, ese embrollo quedara en una mera anécdota. Un diez para los técnicos de escenario.
Continuarían con la frenética Dámela y la densa 13 Monos que terminarían, como colofón del repaso para de su último disco, todos juntos alrededor de la batería al grito de “no nos vais a parar”. Toda una declaración de intenciones del futuro cercano de DMBK.
Se despedirían deseando que la siguiente vez que volvieran por tierras navarras, sería entre abrazos, besos y pogos, retomando sus inicios con Samrkanda. Canción progresiva en la que la voz de “Dandy” se mantuvo tan rotunda como al inicio del concierto. Un tema de más de 7 minutos con el que más de uno echaría en falta degustar una “pipa de la paz”, mientras sonaban los solos de guitarra de “Bacca” y “Gringo” para rematar la faena con otro acople al estilo de Motorhead. Como diría Lemmy, “rock is feedback”.
Pocos “beste bat” harían falta para traer a los andaluces de nuevo a escena a interpretar la atmosférica versión de la Nana del Caballo Grande, seguida de La Piedra de Sharon y, como epílogo de un recital de alrededor de hora y cuarenta y cinco minutos, tirarían del coro sincopado de El Salto del Gitano que para algunos durante esta pandemia se traducía como “sin nah abierto, sin nah que aser”. Un coro que a otros nos recuerda mucho, y no solo en los compases, al de Thela Hun Ginjeet de King Crimson.
Con el cantante por los suelos dándolo todo y La Cachimba de Los Chichos sonando por la PA de Baluarte, concluiría un concierto muy bien estructurado, con un sonido bien definido sin sobrepasar en decibelios. Si hubo fallos técnicos por parte de los músicos, fueron totalmente imperceptibles. Lo que sí se echó en falta es algo más de luminosidad frontal, pues el halo de misterio fue excesivo y no se pudo apreciar lo suficiente su interpretación. También se echó de menos algún tipo de efecto visual, como una proyección, ya que, si por algo se han dado a conocer DMBK, ha sido, aparte de por la música, por sus elaborados videoclips. Afortunadamente, por la información que nos ha llegado, puede que para la siguiente vez que les veamos por estas tierras, vengan acompañados por un video dj de categoría. Sería un gran acierto.
En definitiva, DMBK demuestran sobre las tablas lo que han dejado plasmado en sus incipientes discos y se augura, si la situación lo permite, un ascenso en su amplia amalgama de seguidores. Esperemos verlos en futuros festivales que, como su sincrética música, serán de todos los palos.