Conocimos a Reylobo con su primer disco 'El Octavo Pecado', y aunque nos pareció que el título estaba un poco fuera de época, (o es que estamos ya muy viejos para estar preocupándonos por pecados) en realidad resultó ser un magnífico disco. Esperábamos una colección de canciones iguales o mejores que el anterior, incluso cuando sabemos que un primer disco muy bien pensado es difícil de superar. 

En este trabajo, de nuevo el productor es Alberto Rionda y de nuevo hay una historia semi-conceptual con un protagonista que es nombrado como “el hijo de las estrellas”. Un paso muy arriesgado, elegante, instructivo e interesante es el hecho de que muchas de las canciones están inspiradas en diferentes libros, según la información que ha ido colgando la banda a través de diferentes vídeos en su canal de YouTube.

El disco comienza con tres canciones maravillosas una introductoria “Lux Aeterna”, la preciosa “El hijo de las estrellas” e “Hidalgo”, que el timbre vocal de Miguel Franco (Saurom) embellece como él siempre es capaz de hacerlo. Es una pena que una canción como “El hambre”, con una estructura musical algo más conservadora y con la voz de Leo Jiménez no se haya trabajado un poco mejor por parte de la línea vocal de Nacho Fernández quien por momentos se siente forzado elevando el timbre, aunque no sea necesario, ya que Leo Jiménez canta todo el tema sin usar el timbre de La Bestia.

La banda intenta que cada canción sea diferente, y una de las más diferentes es “Duelo”, con una entrada de violín de corte mozárabe antes que las guitarras ataquen con su fuerza heavy. También la entrada de “En las Fauces del Lobo”, con esos amagos setenteros marca una cierta diferencia aportada por los timbres de teclados.

“Valeria” está dedicada a la memoria de la hija del nuevo batería “Momo”, quien es todo un maestro de su instrumento y lo demuestra de principio a fin. Su manera de tocar agrega deseos de escuchar las canciones. Lo mismo puedo decir de las guitarras de Pedro Gallego, y del resto de los músicos, no se vayan a poner celosos.

Reylobo tiene la costumbre de escribir baladas que en mi caso considero que provocan bajones en la línea musical, pero sé que habrá quien le gustará este tipo de temas, como “Un Reflejo de mi”, donde vuelvo a sentir por segunda vez una cierta inseguridad en la proyección vocal de Nacho Fernández, y escuchando el resto de las composiciones, me doy cuenta que esto pudo haberse arreglado, pues se trata de un vocalista excepcional, con una dicción preciosa.

Las sorpresas no acaban y “La escalera de la creación” inserta unos ciertos momentos progresivos e incluso de art rock, con esos magistrales timbres de teclados. El orden está igualmente cuidado y de esta manera el cierre con “El adversario”, nos deja con deseos de más, con esa mezcla de elementos épicos con detalles rockeros y un doble bombo realmente efectivo.

He estado mirando otras críticas y algunas señalan que este disco está ligeramente por encima de su anterior propuesta. Yo considero que no, que no lo supera pero que no por eso es una obra menor. Es un disco ambicioso y de altos vuelos tanto por la música como por el desarrollo textual y la línea conductora de la historia, y será un placer escucharlo, si no lo has hecho aún.